T.K. Chiba
8° Dan, Shihan
Presidente – Comité de Enseñanza de Birankai International

Reflexiones sobre el Budo

Por T.K. Chiba, 8° Dan, Shihan

Introducción por David Britt. Jefe Instructor de Davis Aikikai

Nota del Editor: Gracias a David Birt por permitirnos reproducir este artículo.

El siguiente diálogo se imprime con el permiso de Chiba Sensei, y toma forma de intercambio entre Chiba Sensei y el editor de Aikido Journal, Stanley Pranin.  He leído las opiniones expresadas en este diálogo en otros ensayos escritos por Chiba Sensei, y considero que estas perspectivas son extremadamente valiosas.

En particular, siento que el lector debe poner mucha atención a la apta analogía que hace Chiba Sensei entre Aikido y el árbol, preferiblemente un árbol vivo y radiante. Sólo a través de entendernos a nosotros mismos como parte de una mayor totalidad, es que podemos liberarnos de la intolerancia que amenaza a fragmentar el Aikido contemporáneo a escuelas separadas, cada una sintiendo que representan la manifestación “más verdadera” del budo de O-Sensei.

Parte 1

Chiba Sensei: Bueno, a mí me gustaba bastante el budo, especialmente el judo. Un día casualmente me encontré en una situación en la cual tuve que luchar en una competencia con un alumno de mayor rango que yo, él era un nidan. Era una buena persona quien me había enseñado bastante sobre judo, desde la primera vez que entré en el dojo, y fue muy bueno conmigo en asuntos fuera del dojo también. Él tenía un cuerpo pequeño pero hacía un judo maravilloso, y podía lanzar a contrincantes más grandes sin usar ninguna fuerza. Usaba mucho las técnica de taiotoshi (dejar caer el cuerpo) y yokosutemi (sacrificio por los costados), esos tipos de proyecciones con el calibre que ya poco se ve hoy en día. Y también era muy veloz.

Siempre me ganaba, pero entonces por alguna razón, le gané durante un encuentro de kachinuke shiai (un combate en el cual el judoka sigue luchando hasta ser derrotado; luego es sustituido por quien le haya ganado). Él estaba avergonzado y dijo, “Ya no te puedo ganar en judo, ¡pero aún tengo kendo!” (También tenía rango de nidan en kendo.)

Entonces una noche apareció en mi casa, y me dijo que saliera porque íbamos a tener un combate de kendo. Hasta ahora, yo había hecho judo y karate, pero nunca kendo. Pensé que quizás algo podría funcionar, así que accedí y nos encontramos en un terreno vacío. Mi sempai me permitió una ventaja, dejándome usar un bokken de madera mientras el usaba un shinai de bambú. Él fue tan veloz que ni siquiera le pude tocar, mientras su shinai me golpeaba el cuerpo una y otra vez. Terminé recibiendo una gran paliza.

Esa experiencia se convirtió en uno de mis primeros despertares sobre el budo. Desilusionado, dejé de ir al dojo de judo, y comencé a pensar sobre ciertas cosas. Se me ocurrió que aún si practicara el judo lo más diligentemente posible, y me estableciera como un judoka de alto rango, y tuviera confianza en mis habilidades de judo, todavía existirían las probabilidades de que cualquier kendoka con rango de shodan me podría vencer en un combate de kendo. Por lo mismo, si cualquier instructor de kendo usase un uniforme de judo y viniese a mi dojo de judo, yo probablemente podría ganarle sin importar lo bien respetado que fuese mi contrincante en el mundo de kendo.

Luego de pensar en esto por un tiempo, concluí que algo estaba faltando, y que algún error tenía que haberse cometido; pues el verdadero budo debe ser otra cosa. Un practicante de budo, pensé yo, debería ser capaz de responder bajo cualquier circunstancia, ya sea usando espada contra espada, o lo que sea. Estas preguntas sencillas me condujeron a comenzar a pensar sobre la naturaleza del verdadero budo.

Dado a que no tenía ninguna idea de cómo encontrar el tipo de budo que yo buscaba, dejé de hacer cualquier tipo de arte marcial como por seis meses. Sabía que necesitaba encontrar un maestro quien me podría dar la orientación apropiada.

Entonces un día en una tienda de libros, tomé un libro sobre el Aikido. Adentro había una pequeña foto de O-Sensei. Cuando lo vi, supe inmediatamente que había encontrado a mi maestro. Yo no sabía nada de las técnicas actuales de Aikido, pero eso no parecía ser importante, y sólo me dije a mí mismo, “¡Esto es! Éste parece ser el hombre quien entiende mis preocupaciones.” Así que hallé mi camino hacia el lugar donde se suponía que estaba Ueshiba Sensei, y allí yo iba a sugerir (con bastante atrevimiento de parte mía dado a que yo no tenía ninguna invitación) que yo deseaba, sin importar nada, inscribirme como uchideshi lo más pronto posible. Es así como llegué al Aikido.

¿Cuántos años tenía usted entonces?

Acababa de graduarme de la escuela secundaria, así que debía haber tenido 18 años. En aquellos tiempos, O-Sensei vivía en Iwama así que no estaba mucho en Hombu Dojo. Pero yo estaba preparado para sentarme frente al dojo hasta que me fuese permitido ser uchideshi. Así que lo hice, esperando hablar con alguien. Era a mediados del mes de Febrero [1958], y hacía frío. Parecía que la gente en el Hombu Dojo creía que yo era alguna clase de demente.

Tres días después, O-Sensei llegó de Iwama. Aparentemente, Waka Sensei (el anterior Doshu, Kisshomaru) le había informado que había una persona extraña rondando por allí, y preguntó qué se debía hacer sobre el caso. O-Sensei dijo, "Tráelo adentro,” así que fue como yo pude conocerlo. Me senté en el pasillo afuera de la habitación de O-Sensei e hice una reverencia formal. Cuando levanté la cabeza y le miré, pensé, “Esto va a estar bien.”

O-Sensei dijo, "El entrenamiento de Budo es extremadamente exigente. ¿Crees poder manejarlo?” Yo respondí que yo estaba muy seguro que podía, y O-Sensei dijo, "Muy bien entonces." Fue un encuentro muy sencillo.

¿Usted vivió como siete años entrenando como uchideshi en el Hombu Dojo?

Sí, y no hubo ni un solo día durante todo ese período que yo podía considerar “divertido” —por lo menos no en esa época. Ahora rememoro la experiencia con bastante cariño, ¡pero en ese momento eran puras dificultades! [risas] Desde luego, era algo que yo había elegido a fin de realizar mi meta, no era algo que me obligaron a soportar, así que en ese sentido en realidad era como un lujo, a pesar de la dificultad.

Debe tener algunas historias interesantes sobre sus experiencias como uchideshi....

O-Sensei todavía gozaba de buena salud cuando yo entré al dojo. A través de esos siete años en que yo estuve allí, vi sus técnicas cambiar rápidamente. Después de un año, yo había adquirido suficiente destreza de las cosas básicas, tanto que me dejaron tomar ukemi para él.

¡Entrenar con O-Sensei fue de verdad muy duro! Regularmente tenía mi piel toda raspada en los codos cuando practicábamos iriminage, y las mangas de mi uniforme siempre estaban cubiertas de sangre. Las técnicas de O-Sensei eran tan veloces que yo casi no podía tomar ukemi. Aún peor que tomar ukemi era el hecho de que aunque él te proyectara bastante duro, tenías que volverte a parar, y no te estaba permitido quitar tu mirada encima de él. Podías sentirlo en la base de tu cuello, cuando te mandaba volando por dos metros a través del tatami. Su espada también era extraordinariamente veloz.

¿Cómo describiría la “energía” de O-Sensei?

Era como si te estuviesen apretando o presionando con una especie de fuerza invisible. O-Sensei nos solía pedir que lo golpeáramos con un bokken en cualquier momento. Cada vez que se detenía para hablar con su audiencia, parecía un buen momento de hacerlo ya que no estaba con la vista puesta en nosotros. Pero cuando alguien trataba de golpearlo, él simplemente no dejaba aperturas. Él no nos veía con los ojos, pero podíamos sentirle sujetándonos fuerte con su ki. Esto solía hacerme sudar con un sudor grasoso, y casi no podía mantener el agarre de mi bokken.
Sin embargo, como sus oponentes nosotros intentábamos seguir, gradualmente cerrábamos la distancia. Entonces por un instante, aparecía una apertura. O-Sensei creaba pequeñas aperturas de forma deliberada para ayudarnos a entrenar nuestros poderes de percepción. Él no utilizaba personas que no podían demostrar una habilidad para percibir tales aperturas.

En el instante que O-Sensei relajaba ligeramente la intensidad de su poder de kokyu, nosotros nos abalanzábamos sobre él con un ataque; pero él ya se había ido. Por esa razón parecía que todo fuese pre-arreglado. En realidad, O-Sensei ya estaba en movimiento para el momento que nosotros empezábamos nuestro ataque. Sólo éramos demasiado lentos o carecíamos de la habilidad para percibirlo. Encuentro esta clase de cosa extremadamente interesante.

O-Sensei decía que el verdadero budo debería ser ejecutado de manera tan capaz que daría la apariencia de haber sido pre-arreglado. Decía que no es budo aquello que comienza su movimiento sólo luego de que el ataque comience su acción. Solamente es verdadero si pareciera haber sido preparado para los ojos de aquellos que observan desde afuera.

¿O-Sensei enseñaba a los uchideshi de forma diferente a cuando enseñaba a los alumnos de las clases en general?

El contenido del entrenamiento era exactamente igual, pero nosotros los uchideshi también fuimos instruidos explícitamente que no debíamos entrenar de la misma manera que los alumnos regulares. Nuestro entrenamiento tenía que ser mucho más duro y más intenso, no suave ni fácil. O-Sensei era muy estricto sobre eso.

Los uchideshi raramente recibían cualquier instrucción técnica en especial. Al contrario, la parte más intensa de nuestro entrenamiento era la interacción con O-Sensei en cada aspecto de su vida diaria—sirviendo como su asistente personal, acompañándolo cuando viajaba, preparando sus comidas y sus baños, masajeando su espalda, leyendo para él, y cosas así. Las personas que nunca han sido uchideshi podrían encontrar difícil de entender el significado de este contacto diario.

Por favor cuéntenos más sobre eso.

Solíamos acompañar a O-Sensei cuando viajaba a sitios como Osaka y Wakayama, expediciones que duraban como una semana. Cargados con el equipaje tanto de O-Sensei como el nuestro propio, con el bokken y el jo amarrados a nuestras espaldas, hacíamos señas a un taxi para llevarnos a la Estación de Tokio. Cuando llegamos allá, O-Sensei inmediatamente brincaba fuera del taxi y desaparecía adentro, dejándonos a cargo de comprar los boletos de tren y otros detalles. Teníamos que perseguirlo mientras él cortaba paso por delante y a través de la estación congestionada, y la multitud de gente parecía dividirse en dos mientras él se movía.

Cada vez que teníamos que subir escaleras, empujábamos a O-Sensei desde atrás, y en la bajada nos posicionábamos un peldaño más abajo para ofrecerle el hombro con qué apoyarse. Eventualmente lográbamos llegar al tren. En ocasiones habían uchideshi que no podían seguirle el ritmo, pero O-Sensei sólo se montaba en el tren y se iba de todos modos, así que todo el mundo tenía que hacer todo lo posible de seguirle el ritmo, y montarse en el tren con el resto del grupo.

La mayoría de las posadas en donde nos alojábamos tenían algún tipo de arreglo que consistía en dos habitaciones y un baño. O-Sensei dormía en la habitación más lejana y los uchideshi amontonados en la otra. Ahora, a su edad, O-Sensei usualmente se levantaba cinco o seis veces en la noche para visitar el baño y teníamos que ayudarlo. Yo no podía dormir en absoluto los primeros dos o tres años, ya que nunca podía adivinar cuándo él se levantaría.

Cuando se levantaba, nosotros le abríamos la puerta y le ayudábamos a ponerse su haori (una chaqueta holgada un poco más larga por delante, llegando hasta la altura entre la cadera y la rodilla); luego lo escoltábamos al baño, abríamos la puerta, y prendíamos la luz. Luego le ayudábamos a lavarse las manos, a secárselas, luego lo llevábamos de nuevo a la cama, y nos regresábamos a nuestra propia habitación. Obviamente no puedes dormir mucho con esto ocurriendo cinco o seis veces cada noche. Todos perdíamos como 3 o 4 kilos durante la semana, y para cuando regresábamos a casa nos sentíamos bastante fuera de forma.

Lo interesante es que luego de cuatro años aproximadamente, pude dormir profundamente. De alguna manera podía percibirlo en mi sueño cada vez que O-Sensei necesitaba pararse para ir al baño. Yo me despertaba, brincaba de mi cama, deslizaba la puerta, y ¡allí estaba él! sincronía perfecta, ¿saben? Una especie de comunicación sin palabras había sido desarrollada. En japonés le decimos a esto “ishin denshin”, que significa algo como “comunicación como si dos personas tuviesen la misma mente.”

Este es el tipo de entrenamiento que te permite sentir la intención de tu pareja en el tatami. Cuando los dos están cara a cara, cada quien con su espada por ejemplo, lo importante no es quién es más fuerte y quién es más débil, sino qué tan claramente se puede comprender la intención del otro. Para poder moverse en el momento justo, debes poder ver las aperturas cuando éstas aparecen.

No sé si este tipo de entrenamiento fue algo intencional de parte de O-Sensei, pero en cualquier caso, sí marcó influencia en mi técnica, en el sentido que me volví capaz de actuar en respuesta al movimiento del Ki de mi pareja, y el ritmo de su movimiento, aún antes de pensar en todo eso. Por supuesto que no puedo hacer esto todo el tiempo…ojala pudiera, entonces de verdad sería un experto, ¿cierto? [risas]

¿Qué cree usted es lo más importante para aquellas personas que apenas están comenzando el Aikido?

Las personas están en búsqueda de tantas cosas diferentes en Aikido, que es difícil de generalizar. Cuando yo era uchideshi, había menos gente entrenando en el Hombu Dojo, pero casi todos estaban en la búsqueda del llamado “Aikido real”. Había unos cuantos alumnos que eran excéntricos o inusuales de una manera u otra, y entre ellos había personas que podríamos considerar como “budo-fanáticos”. Era un grupo bastante extraño.

Hoy en día existe más diversidad. Algunas personas lo practican por salud, otras por los aspectos filosóficos o espirituales—todas estas razones son buenas.

El asunto importante hoy en día sin embargo, es que si piensas que el Aikido es un árbol, debe estar muy claro quiénes jugarán el rol de ser hojas y ramas, y quiénes tomarán el rol de ser raíces y tronco. Siempre y cuando hay personas que toman el rol de ser raíces y tronco, entonces el árbol permanecerá sólido y saludable, y las ramas y hojas aparecerán. Entonces no habrá nada de qué preocuparse. La gente debe tener esto en mente, y evitar en insistir que el Aikido no debería ser como lo es ahora. Las hojas son hojas, y las ramas son ramas, y están bien tal cual como son. Son partes de un árbol. [La pregunta permanece] ¿Quién tomará la responsabilidad de mantener las raíces y el tronco?

En principio yo creo que no existe lo antiguo o lo nuevo en budo. Tenemos la palabra "kobudo," que literalmente significa " budo antiguo." Su opuesto por lógica debería ser "shinbudo," o "budo nuevo," pero en realidad no usamos tal palabra en japonés, ¿cierto? La tendencia moderna para el budo nuevo es de ser orientado al deporte. Probablemente estaría bien llamar a estos deportes como “nuevas formas de budo”, pero en la forma tradicional de pensar, los deportes en realidad no califican como budo.

Es muy difícil decir hasta qué medida se deben considerar estas cosas como budo. Pero desde mi forma de pensar, no hay duda alguna que el budo es lo que forma las raíces del Aikido. Las ramas y las hojas crecen desde eso. Todos los demás elementos—Aikido como "un arte de vivir," como un medio para una mejor salud, como una calistenia o búsqueda física-estética—todos estos parten de una raíz común, que es el budo. Que esto ocurra está perfectamente bien, pero el punto es que estos elementos no son las raíces en sí. O-Sensei siempre enfatizó que "Aikido es budo" y "Budo es la fuente de poder del Aikido." Si nos olvidamos de esto, entonces el Aikido mutará a otra cosa—a un supuesto "arte de vivir" o algo más similar a yoga.

¿Podría hablar más sobre esto desde una perspectiva técnica?

Dentro de mi experiencia limitada, lo que me cautiva más del Aikido es su naturaleza racional, y el hecho de que encontramos principios coherentes que impregnan la totalidad de la técnica de Aikido. Para dar un ejemplo, entre los muchos principios involucrados en el Aikido, hallamos el principio que "Uno es mucho.” Las técnicas de manos vacías, en principio, contienen el potencial para ser transformadas en cualquier momento a técnicas con armas y vice versa. Las técnicas usadas para responder contra un solo atacante podrían ser aplicadas también contra múltiples atacantes. Las líneas de movimiento evolucionan desde las manos vacías hacia armas, y luego a la inversa, desde un solo oponente hacia múltiples oponentes, y se regresa en un modo continuo, conectado y orgánico. En este sentido, el Aikido es bastante como una entidad viva.

Este elemento constituye una de las cualidades esenciales de Aikido como budo. Es el tipo de movimiento que O-Sensei usaba, y yace en el corazón de Aikido.

Sin embargo, esta calidad esencial no está claramente manifiesta en las técnicas individuales, sino más bien se extiende a través del arte como un todo, y existe como un potencial latente. Permite una actitud hacia una ética dentro de la búsqueda en la espiritualidad moderna. En otras palabras, es el "shinmu fusatsu" que representa el ideal más alto del budo japonés—-"no debes matar."

La esencia de Aikido como budo no está del todo en la superficie, pero aquellos con un grado de percepción deberán poder discernirlo. El Aikido que vemos en la superficie o en otras palabras, mucho del Aikido que vemos hoy en día, no necesariamente se puede decir que representa el budo en el sentido tradicional de la palabra. Afortunadamente, en Aikido aún permanece el potencial para los estudiantes serios de indagar más profundamente para descubrir su esencia, y a través de un largo proceso de búsqueda hacer que esa esencia sea propia de uno mismo. Creo que quizás una de las cualidades profundas y fascinantes del Aikido es que mantiene en todo momento tanto las formas simbólicas y fenomenales que existen en la superficie, junto con el potencial subyacente que se abre, revelando la esencia verdadera del concepto de "bu." Con respecto a esto, su profundidad es casi sin límites. Es un gran error creer que lo que está visible en la superficie es todo, y que representa la realidad. Por otro lado, una búsqueda exclusiva de la llamada “realidad” que existe detrás de la forma pudiera hacerte perder la visión de la universalidad de Aikido como un camino (michi), y todos los esfuerzos del Doshu habrán sido en vano.

La actitud del Doshu hacia el Aikido involucra salir y luego trascender del reino de lo marcial (bu). Central a esto es su claro énfasis en la universalidad del Aikido como camino. El Doshu utiliza su ojo crítico e introspectivo en relación a ciertos aspectos inhumanos, anti-éticos y vulgares que son inherentes al budo, asiduamente buscando liberar el Aikido de estos elementos negativos. Mientras yo me envejezco creo que gradualmente estoy llegando a apreciar más los sentimientos del Doshu con respecto a estos temas, y lo veo con profundo respeto por sus grandes esfuerzos.

Así mismo los movimientos grandes, redondos y suaves, como también las ideas como armonía espiritual y unidad, son importantes; pero poner demasiado énfasis en todo esto produce una actitud parcial o torcida del entrenamiento, y tampoco se le puede considerar que sean la encarnación de la esencia del budo. Aquellas cosas también tienden a carecer de cierto grado de validación técnica. Son más similares a las hojas y ramas, y como tales quizás es mejor interpretarlas como cosas simbólicas de la filosofía del Aikido. Cumplen con el rol dentro de los aspectos del Aikido que son duales, la apariencia externa y la realidad subyacente.O-Sensei siempre decía muy claramente que esos aspectos del Aikido, tan aparentes en sus formas físicas necesariamente tienen que ser budo. Él dijo, “La fuente del Aikido es budo. Todos ustedes primero deben tener maestría de conocimiento del budo, pero Aikido va más allá del budo.” También dijo, “Desde ahora en adelante, el público en general no necesita budo como tal.” Él declaró estas cosas de forma muy clara.

De esta manera, O-Sensei abrió un camino para muchos tipos de personas quienes en el pasado, por cualquiera u otra razón fueron excluidos del mundo del budo tradicional—personas con cuerpos frágiles, personas carentes de potencia física, los ancianos, y las mujeres. Se deshizo de la competencia, y al hacerlo creó una manera que se adapta a las capacidades y características de cada individuo, sacando su potencial latente, y permitiendo a cada persona encontrar su nicho y de realizar su propia misión de vida. Un mundo en donde las personas pueden convivir juntas, se crea cuando cada una está realizando su propio potencial de esta manera. Esto es lo que yo entiendo sobre el pensamiento de O-Sensei.

Es una manera transcendental (marcando hito) de pensar sobre el budo, ¿cierto?

Sí, pero por otro lado lo que más temo es que estas personas que antes fueron excluidas del budo tradicional, encuentren un camino en Aikido y empiecen a pensar que su manera es la única forma de hacer Aikido de forma real o correcta. Se olvidan de la severidad necesaria involucrada en el budo, rechazándola creyendo que “no es parte del Aikido.” Hay algunas personas que piensas así, pero yo creo que están metidos en un mal entendimiento, en el cual las hojas y ramas son confundidas con la fuente de raíz. Podría causar bastante detrimento al Aikido si las hojas y las ramas se conviertan en el centro. Si ocurre, esto podría conducir a que el Aikido tome la dirección equivocada con un paso gigante.

Por supuesto, también es importante tener en cuenta que si las hojas y ramas se marchitan y mueren, también lo harán las raíces. Así que de verdad tenemos que pensar en el Aikido como un organismo completo y vivo, tomando en consideración la armonía en conjunto, y el desarrollo de sus muchos aspectos.

Creo que los hechos sobre el porqué y el cómo O-Sensei creó Aikido deberían corresponder con nuestra propia búsqueda del arte. Para continuar con la metáfora del árbol, en vez de solamente recoger los frutos del árbol que O-Sensei permeó en las hojas, por las ramas, bajando por el tronco y hacia las raíces; debemos llegar hasta esa fuente porque al contrario no sabremos del proceso que llevó O-Sensei a sacar sus conclusiones. Para hacer que el Aikido sea de verdad nuestro, creo que necesitamos lanzarnos lo más lejos posible y experimentar aquello que experimentó O-Sensei, tanto adentro y técnicamente, a pesar de la dificultad y a pesar de que no tenemos su grado de habilidad.

Yo creo que aquello que denominaríamos un budo “consumado” en realidad no existe. (Lo mismo se puede decir de la filosofía o de la religión, o de hecho de cualquier concepto humano.) “Mi culminación de mi budo,” o en otras palabras, la culminación de un individuo a nivel personal, esto es todo lo que es. O-Sensei llevó a culminación su propio budo, pero aquello no es mí budo.


Similarmente, yo no puedo simplemente dar o transferir mi budo a mis alumnos. Lo mejor que yo puedo hacer es invitarlos a entrar en mi experiencia, y hacer que ellos la usen como una guía para completar sus propios budos respectivamente. En este sentido, budo es más bien una búsqueda en solitario para todos los que están involucrados, porque no puedes aprender absolutamente todo lo que tu maestro haya podido realizar. Los varios aspectos del budo simplemente no emergerán para ti en la forma exacta a como emergieron para tu maestro.

Por supuesto eso no descarta el hecho de que no hace falta establecer metodologías básicas para la enseñanza que contienen teorías, doctrinas, métodos de entrenamiento, etc.