T.K. Chiba
8° Dan, Shihan
Presidente – Comité de Enseñanza de Birankai International

Un Discurso Conmemorativo para Saito Sensei

Por T .K. Chiba, 8° Dan Shihan


Nota del Editor: la muerte de Saito Sensei fue una gran pérdida para la comunidad completa de Aikido. Chiba Sensei ofrece una perspectiva única de esta leyenda del Aikido a través de sus memorias de sus comienzos como un joven uchi-deshi visitando Iwama.

Este ensayo apareció originalmente en Biran,la Revista de Aikido de Birankai/USAF- Región Oeste. Las fotografías son cortesía de Aikido Tradicional por Saito Sensei y Andrea Lembo.
El mundo del Aikido sufrió otra tremenda pérdida con la muerte de Morihiro Saito Shihan quien falleció el 13 de mayo de 2002. Él era un seguidor por muchos años del fundador Morihei Ueshiba, y fue uno de sus discípulos mayores, sirviendo como cuidador del Santuario en Iwama, prefectura de Ibaragi, Japó. Su influencia distinguida puede ser vista directa o indirectamente en casi cualquier parte del globo terráqueo.

Como solía llamar su arte, “Aikido tradicional”, su arte sin duda cargaba el peso de la transmisión directa de O-Sensei en su esencia como también desde la perspectiva de un hecho histórico.

He tenido la suerte de haber tenido oportunidades de aprender el arte a partir de las enseñanzas de Saito Sensei durante el tiempo que fui uchideshi en el dojo de Iwama, durante los finales de los años 50, como también en los tiempos que él fue invitado a enseñar en el Hombu Dojo, un domingo por mes durante los comienzos de los años 60.

Todavía puedo escuchar el sonido de sus pasos acercándose al dojo desde su casa en Iwama, que quedaba a tan solo 50 metros de distancia, temprano en la mañana para la clase matutina. Mientras el sonido peculiar de los “geta” (sandalias de madera) hacían eco a través de los bosques de pinos cubiertos de nieve, yo tenía que despertarme conscientemente, pensando “Aquí viene.” Yo tenía que estar listo no solamente para el entrenamiento en el tatami, sino también procurar que todo debía hacerse en la forma correcta. Ni una sola cosa, ni una sola cosa pequeña podría escaparse de su vista, o descuidada, ni una sola vez.

Saito Sensei solía encargarse de las clases tempranas de la mañana y también la clase de la noche en Iwama, cuando él no estaba en su rotación laboral (él trabajaba para el sistema nacional de ferrocarriles).

O-Sensei ocasionalmente también enseñaba la clase de las noches, o venía a ver la clase. Él se sentaba en frente del kamiza, con los ojos de un águila, sin palabras y sin moverse, mientras Saito Sensei guiaba la clase. O-Sensei solía enfatizar la importancia de katai-keiko, que podría significar en japonés, “tieso”, pero en realidad significa ser rígido, vigoroso, con fuerza completa, sin escatimar cualquier poder, sin jugar.

El entrenamiento y la atmósfera en Iwama no solamente eran diferentes a los que yo había experimentado en Hombu Dojo, sino bastantes opuestos. Dado a que el entrenamiento en Hombu enfatizaba fuertemente el fluir del ki, naturalmente me sentí lanzado en un sentimiento de confusión al principio.

ES-VE">Una gran porción de la membresía en Iwama Dojo consistía de granjeros locales, trabajadores duros que pasaban todo el día en el campo. Ellos tenían huesos gruesos y gran fuerza física combinada con un carácter local peculiar conocido como “mito kishitsu”, una especie de hombría cercana a la galantería. En conjunto, era bastante opuesto culturalmente del Hombu Dojo en Tokio. Debido a que Tokio es la capital del Japón, la membresía del Hombu consistía en trabajadores de oficina, intelectuales, hombres de negocios, políticos y estudiantes universitarios.

Cualquier miembro que venía a visitar el Dojo de Iwama desde Hombu, debía haberse visto pálido y débil a razón de vivir en una ciudad, a los ojos de los miembros de Iwama. Ciertamente, los alumnos de Iwama nos trataban a nosotros del Hombu como tal, y nos retaban de forma vigorosa. Era un asunto de supervivencia para los miembros del Hombu Dojo, incluyendo a los Hombu uchideshi como yo. Y Saito Sensei estaba parado sobre la cima de esa montaña, aquella que teníamos que subir con todas nuestras fuerzas.

Naturalmente, Iwama no era un sitio popular para estar para los Hombu uchideshi, no solamente por los retos que tenían que encarar sino también por los deberes diarios e intensos como uchideshi. Eso incluía el trabajo en el campo, en la granja, cuidar el dojo y santuario, y la parte más difícil: cuidar a la pareja de ancianos: O-Sensei y su esposa. Esto resultaba ser casi inaguantable para la mayoría de los chicos de la ciudad quienes estaban acostumbrados al clamor y el lujo de la vida citadina.

O-Sensei también ocasionalmente daba instrucción en el bosque afuera del dojo, durante el día. El entrenamiento era más que todo trabajo vigoroso de yokogi-uchi de forma solitaria y en parejas. Tradicionalmente, este sistema de entrenamiento es muy bien conocido en la Escuela Jigen en Kagoshima, en la parte sur del Japón, en el cual el practicante continuamente golpea fardos de ramas recientemente cortadas y desplegadas sobre una base de madera entrecruzada. Cuando al principio me involucré en este entrenamiento, perdí la piel en mis manos y empecé a sangrar a los diez minutos.

Pareciera que Saito Sensei siempre estaba consciente de la presencia de O-Sensei, sin importar si O-Sensei estaba o no físicamente allá en Iwama. Saito Sensei no mostraba ninguna diferencia en su enseñanza, pero siempre se adhería a lo básico de katai-keiko.

Recuerdo profundamente una demostración que él ejecutó con otros shihan de jerarquía en frente de O-Sensei, en la ocasión de la celebración del Año Nuevo en Hombu Dojo.

Solamente hizo katadori ikkyo hasta yonkyo tan sencillamente como usualmente hacía en clase. Él conocía muy bien el peligro de hacer cualquier otra cosa en frente de O-Sensei.

Estoy muy consciente de la gran contribución y el servicio que Saito Sensei rindió al mundo del Aikido. Personalmente, siento que él no solamente fue uno de los grandes maestros del Aikido sino también rindió un gran servicio a O-Sensei y a su esposa en sus últimos años. Era obvio que provenía de un profundo respeto y lealtad hacia su maestro.

Yo me suelo preguntar si yo hubiese tenido el mismo poder de voluntad para entregarme a tal grado de sacrificio personal y a esa cantidad de trabajo, los cuales hasta los mismos miembros de familia hubiesen dudado en hacer.

No era una tarea fácil, como sabía cualquier persona que conocía el carácter personal de O-Sensei y su esposa. Ellos tenían valores de vida muy diferentes a los japoneses de hoy en día. Sólo puedo adivinar, cuando hago memoria de ese pasado, que debía haber existido algo más allá del respeto y lealtad que Saito Sensei sentía ante su maestro. Sólo puedo pensar que fue algo como una estética con la cual él fue criado, y la abrazaba con su corazón y murió con ella. Yo veo esto como la belleza clásica ejemplificada en la encarnación de la esencia del guerrero.

Mientras las generaciones continúan cambiando, esta historia particular de la vida de Saito Sensei tiende a ser olvidada o ignorada, detrás de la historia oficial de Aikido como es interpretada por la autoridad oficial. Esta parte muy privada de la historia de Aikido—su virtud, junto con los sacrificios de su familia—merece ser reconocida con respeto y gratitud, y debe ser recordada por generaciones en el futuro. Siento que escribir una nota tal como ésta es una parte de mi responsabilidad como alguien que fue testigo con mis propios ojos de esta parte de la historia.

Entonces ésta es la elegía que deseo ofrecer a Saito Sensei, en su honor, yo rezo con mi voto más profundo por su descanso eterno en paz.

Gassho

Palma a palma

T.K. Chiba

San Diego, CA

16 de mayo de 2002