Nobuyoshi Tamura
8o Dan, Shihan
Jefe de la Federation Francais d'Aikido et de Budo

Aikido - Etiqueta y Transmisión

Por Nobuyoshi Tamura, 8o Dan

Traducción al inglés por J.R David, primer Dan, Aikido de la Montagne.
Traducción al español por Simone Plaza Finis, Editorial Paidotribo, Barcelona, España.

Nota del editor: estamos muy contentos de presentar la tercera parte del libro de Tamura sensei, Aikido – etiqueta y transmisión. Este libro que ha estado disponible solo en francés, es aquí presentado en español. Estamos agradecidos con el sensei Tamura por permitirnos producir esta versión.

Muchas gracias también para Stephane Benedetti, 5to Dan, instructor en jefe del dojo Mutokukai Europa Mirabeau y estudiante de Tamura sensei, quien tradujo (del japonés), editado y publicado en versión original, que fue publicado por Les Editions du Soleil Levant en 1991. Fotos cortesía de: Rene Bonnardel, exceptuando por la figura10 (fotógrafo desconocido) y las figuras 32 & 33 cortesía de N. Tamura y Stephane Benedette.

A continuación presentamos la versión en español con la traducción de Simone Plaza Finis, Editorial Paidotribo, Barcelona, España.

Capítulo 4 : ETIQUETA Y DISCIPLINA

En Japón, decimos que el principio y el fin del budo están en rei. Los instintos combativos y agresivos se exacerban si se dejan libres durante la práctica del combate.

Para dirigir una tropa animada por estos instintos agresivos sin que ésta tienda a la desintegración han resultado ser necesarias unas reglas. La etiqueta y la disciplina, probablemente nacidas a partir de esta necesidad, permiten el funcionamiento armonioso de esas reglas. El combate desprovisto de reglas y ética procede del mundo animal, y no procede en cambio del budo.

El bugei (las técnicas de la guerra) y el bujutsu no son más que los medios de la guerra.

Rei se traduce simplemente por el saludo.

Sin embargo, rei engloba las nociones de educación, cortesía, jerarquía, respeto, gratitud. Reigi (la etiqueta) es la expresión del respeto mutuo en el interior de una sociedad. También se puede entender como el medio para conocer la propia posición frente al otro.

El carácter rei se compone de dos elementos: shimesu y yutaka.

Shimesu: el espíritu divino descendido par habitar el altar.

Yutaka: La montaña y el cuenco de ofrenda de madera que contiene el alimento: dos espigas de arroz, el recipiente desbordando alimento, la abundancia. Estos dos elementos reunidos transmiten la idea de un altar provisto de ofrendas de alimentos, ante el que se espera el descenso de lo divino…la celebración.

Gi: El hombre y el orden. Designa lo que es el orden y constituye un modelo. Reigi, por lo tanto, en el origen, es lo que gobierna la celebración de lo sagrado. Es posible que este sentido luego se haya extendido a las relaciones humanas cuando hizo falta instaurar el ceremonial que dirigiera las relaciones jerárquicas entre los hombres.

O Sensei no cesaba de repetir: “El Aikido existe para dar su justo lugar a las plantas, los árboles, los pájaros, los mamíferos, los peces, los insectos, hasta el menor mosquito.”

Conocer su justo sitio es para todo ser conocerse a sí mismo. En realidad, conocerse uno mismo es conocer la misión asignada por el cielo. Cumplir la misión del cielo es ajustarse al orden del universo: no hay lugar para la indecisión ni para la oposición, es la verdadera paz. Que el hombre convierta este orden cósmico en modelo de la estructura de la sociedad humana y que lo convierta en el principio del más mínimo de sus actos es lo que llamamos reigi-zaho. Mediante el respeto de esta regla el hombre puede elevarse. Existe una jerarquía natural en la familia: abuelo, abuela, padre, madre, hijos, nietos, hijo mayor, hijo menor. Para un funcionamiento correcto, la organización militar exige la jerarquía de los grados: general, coronel, comandante, etc.

Lo mismo ocurre en las iglesias: papa, patriarca, cardenal, obispo… Y por supuesto en el budo: maestro, discípulo, sempai, kohai, dohai,* altos grados, principiantes, mayores y jóvenes. Todas estas relaciones funcionan a la vez. La etiqueta consiste en determinar, en cada caso, el equilibrio justo. Para conservar este orden, hay que observar la cortesía hacia el maestro, la actitud correcta hacia los sempai, la etiqueta justa hacia los kohai y dohai.

*La noción de sempai-kohai se refiere a la fecha de comienzo, al primer paso realizado en una disciplina y no al grado. Dohai se aplica a los que han comenzado la práctica al mismo tiempo.

Creo que el cumplimiento de estas reglas es la condición para el equilibrio y la supervivencia de las sociedades de las que acabamos de hablar. Antes hemos mencionado la exacerbación de los instintos combativos y agresivos por la práctica del bujutsu (no olvidemos que estos instintos están desprovistos de cualquier connotación moral: existen, son necesarios para la supervivencia de la humanidad y nada más). No obstante, si estos instintos se escapan a todo control y la violencia invade todos los actos, se empieza a tomarla con los débiles, a despreciarlos o, se arrastra uno ante el más fuerte aunque se le odie.

Cuando los actos están regidos por la etiqueta se crea un espacio que permite vencer las emociones con soltura. La etiqueta sirve para controlar el “yo” que querría entregarse a los instintos animales para orientar la energía y utilizarla en un sentido positivo.

En la religión, gracias a la repetición constante de rituales complejos que han sido transmitidos de generación en generación, las emociones se ponen bajo control de forma natural y el sentimiento religioso se desarrolla. Esto no sólo es perceptible para el creyente, sino también para el observador. Un movimiento ejecutado según una etiqueta rigurosa fortalece la estabilidad del espíritu y pone bajo control la agresividad, estableciendo la calma. En el mundo del budo ocurre lo mismo que se produce en el dojo. La eficacia que se desprende de forma natural de esa etiqueta es perceptible tanto para el practicante como para el observador. Al mismo tiempo, éstos se ven impregnados del ambiente transmitido por la tradición. Debemos entregarnos, pues, sin moderación a la práctica para poner bajo control las emociones menos deseables respecto al budo: el miedo, la confusión, el menosprecio a los demás, exacerbar el propio ego, y hay que progresar en lo físico y en lo espiritual. Aquellos que sobrevivieron después de haberse aventurado a las fronteras de la vida y la muerte no sólo tenían a su disposición una buena técnica, sino que tenían, sobre todo, un juicio lúcido de las situaciones, que era posible debido a la calma, la serenidad y la sangre fría que les habita. Esto es lo que permite pasar a la acción con la determinación necesaria. Esta actitud se sitúa por completo en las antípodas de las bravatas matamoros y de su excesiva excitación emocional. Sin duda, progresar, hacerse “fuerte”, consiste en desarrollar esta calma y esta determinación interior, mucho más que adquirir una técnica.

En la medida en que somos humanos, ¿no deberíamos desear vivir en un mundo que quiere a sus hijos? Para construir una sociedad sobre la base del respeto mutuo, ¿qué dirían ustedes sobre volver a hacer resurgir esa etiqueta que algunos han querido desechar como un viejo mueble inútil que, sin embargo, es parte de la herencia común de la humanidad?

Tomemos como ejemplo el simple hecho de colocar bien los zapatos, que nos enseña a clasificar y ordenar y nos hace sentir la satisfacción que resulta de ello y la importancia de este estado de ánimo. Realizar una acción de forma esmerada significa preparar unas condiciones favorables para la realización de la siguiente acción y, por la misma razón, significa practicar el budo.

El mundo de rei no sólo persigue la obtención de una satisfacción personal, también incluye la satisfacción que sienten los demás. El desarrollo de la consciencia estética crea la necesidad de ordenar incluso los zapatos de los demás si no están en su sitio justo.

Si el espíritu de gratitud hacia un kohai se expresa por el sólo pensamiento de “Gracias por haberme permitido trabajar bien hoy”, el kohai será feliz, lo mismo que estará contento el sempai si se le agradece su enseñanza. La etiqueta, como cualquier cosa, debe salir de dentro de uno mismo, es decir, que es necesario que la idea de la etiqueta impregne cada gesto. Resulta grotesco tener que decir “respéteme porque soy su sempai”, “póngame en un pedestal porque soy su maestro”. El respeto hacia el sempai no debe ser provocado, el kohai ha de tener ganas, de forma totalmente natural, de respetar al sempai. El sempai, a su vez, cuida del kohai porque éste ocupa su lugar y por ello se merece que se le cuide. El otro percibe de forma natural cuándo la etiqueta está impregnada por el espíritu de la gratitud, el respeto, el reconocimiento.

De ahí que la etiqueta rija las relaciones mutuas. La jerarquía se establece de forma natural cuando se respeta la etiqueta. Es necesario que la etiqueta sea la expresión de humanidad del corazón. No basta con someterse a la forma. Si el corazón no está habitado por el respeto, la forma no será más que una cáscara sin alma. Hay que respetar la personalidad del otro. Los actos de acuerdo con las reglas de la etiqueta engendran un corazón puro y una actitud noble. Me inclino a pensar que este sentido de la compasión está simplemente ligado a la armonía y la paz.

Debemos grabar esto en el espíritu de uno mismo para transmitir la etiqueta y la disciplina.

EJECUCIÓN DEL SALUDO

Existe el saludo de pie y el saludo sentado. El saludo armado y el saludo sin armas. Vamos a estudiarlos con más detalle.

Saludo de pie sin armas

Desde la posición de pie, inmóvil, se mira a los ojos del apersona que va a saludar para manifestarle el respeto que se le tiene. Se inclina el cuerpo ligeramente hacia delante con un movimiento del tronco y luego se endereza. Este saludo se utiliza, por ejemplo, cuando se invita a un compañero o cuando se marcha. (Ver figuras 1 y 2)

El mismo saludo se realiza con más profundidad cuando se entra en el dojo o cuando se sale; cuando se saluda a un sempai durante la práctica. (Figura 3)

Un saludo más profundo aún se realiza dejando deslizar los dedos con lentitud hasta las rodillas. Este saludo muy respetuoso está reservado al altar de los dioses, a la bandera o cualquier otro emblema del estado así como a los invitados especialmente importantes. (Figura 4)
Saludo de pie con arma

La mano izquierda sostiene el sable con ligereza sobre la cadera. El pulgar está colocado sobre el tsuba, el filo de la hoja girado hacia arriba. La empuñadura se acerca ligeramente hacia el centro. La punta del sable se mantiene por debajo de la horizontal. La base del pulgar va a apoyarse sobre la cresta iliaca.

En posición de reposo, el brazo izquierdo se retira de la cadera y se deja caer de forma natural. Se ejecuta el mismo saludo cuando se lleva un sable que cuando se está desprovisto de él. (Figura 5)

Saludo al altar (Shinden)

Se avanza hasta estar delante del altar, con el sable en la cadera. Se cambia la presentación del sable pasándolo al lado derecho. La mano derecha lo recibe tomándolo por debajo del kuri-kata, el filo en este momento se encuentra orientado hacia abajo. La mano izquierda vuelve a caer sobre el muslo izquierdo. Se inclina el cuerpo manteniendo el sable en un ángulo constante. Después de haberse incorporado se pasa el sable por delante del cuerpo y se toma con la mano izquierda, para llevarlo a su posición inicial. (Figura 6)
Saludo con un jo (ver figuras 7 y 8)

Saludo al sable

Existen dos formas correctas.
Primera forma: se pasa la empuñadura del sable a la derecha, con el filo hacia el exterior (figura 9).
Segunda forma: se mantiene la empuñadura en la izquierda y se gira el filo hacia uno mismo.
Saludo sentado

Seiza

Seiza es una posición sentada propia del Japón. La columna vertical derecha, el ki concentrado en el seika tanden, los hombros y la caja torácica relajados, las manos se colocan en la parte superior de los muslos sin separar ni los dedos ni los codos. Se deja un espacio de dos puños entre las rodillas (un puño para las mujeres), los dedos gordos del pie se colocan uno encima del otro. Parece que se tiene la impresión de sostener el cielo con la cabeza, pero tal vez sea preferible tener la sensación de estar suspendido del cielo. (Figuras 10 al 13)

Los ojos permanecen abiertos de forma natural, la mandíbula cerrada sin estar apretada, la lengua se apoya en el paladar, la respiración tranquila, larga y profunda, el ki se distribuye de forma uniforme en todas las direcciones.
Sentarse y levantarse (Suwarikata y Tachikata)

Sentarse en seiza: incorporado y con los pies juntos, se separan y doblan ligeramente las rodillas, la mano derecha separa los pliegues del hakama (izquierda, derecha) (figura 14) y se apoya la rodilla derecha y luego la izquierda (figura 15). Se estiran los pies, los dedos gordos de los pies se cruzan, se deja caer el peso sobre los talones y por último nos sentamos entre ellos (figura 16).

Para levantarse: desde la posición de seiza la cadera se eleva, los dedos de los pies se apoyan, (figura 17) el pie derecho se adelanta a la altura de la rodilla izquierda (figura 18). Nos enderezamos con tranquilidad sin inclinarnos hacia ningún sentido y el pie atrasado se adelanta hasta quedar a la altura del pie anterior (figura 19).